Es considerado el padre de la Modernidad filosófica, el hombre que saca del medievo a la filosofía y la impregnada de racionalismo y ciencia. Él es el autor de la famosa frase “pienso, luego existo”. ¿Pero qué significa y qué complejo y metódico sistema se esconden detrás de estas palabras? Hoy vamos a indagar en el pensamiento de René Descartes.
¿Quién fue René Descartes?
René Descartes nació en la Haye, en Turena, Francia, en 1596.Su familia era de condición noble y sus antepasados ostentaron cargos de cierta importancia en gobiernos locales, como su abuelo, alcalde de Nantes, o su padre, consejero en el Parlamento de Bretaña.
Si infancia estará marcada por la muerte de su madre tras dar a la luz a su hermano, cuando él apenas tenía un año. Así, el pequeño Descartes quedó al cargo de su padre, una niñera y su abuela.
A los once años, entró a estudiar en el colegio jesuita de La Fléche, el más famoso del mundo por aquellas fechas, donde cursaría latín, griego, gramática, literatura, música, filosofía, física o matemáticas, disciplinas en las que pronto sobresaldría como un alumno excelente.
Después Descartes fue a estudiar a la Universidad de Poitiers, donde se licenciaría en Derecho.
A los 22 años decide ir a ver mundo, y viaja así hasta los Países Bajos, alistándose en el ejército del Duque Maximiliano de Baviera para combatir en la famosa Guerra de los Treinta años. En los Países Bajos trabará también amistad con el científico Isaac Beeckman y Johann Faulhaber.
Fue durante su estancia en el ejército, concretamente en Ulm, cerca de Baviera, donde tuvo una revelación en sueños que le hizo tomar la decisión más importante de su vida: dedicarse por completo al estudio. Abandona así el ejército y se dedica a viajar en busca de conocimiento por países como Dinamarca, Italia o Alemania.
Los viajes serán una constante en su vida, pues nunca tuvo el filósofo una residencia fija. Gran parte de esos viajes fueron a los Países Bajos, donde la tranquilidad política y económica y la apertura de pensamiento, creaban el clima perfecto para exponer sus pensamientos y entrar en contacto con las ideas más avanzadas.
Hay que decir que Descartes siempre fue un hombre prudente y cauteloso y buscó la forma de evitar polémicas o realizar escritos atrevidos que le pudieran acarrear la cárcel o incluso la hoguera, como a otros tantos. En esa línea iba una de sus tres reglas fundamentales sobre la moral, teoría que dejó inconclusa: “Obedecer las leyes y costumbres de mi país”.
En 1649, Descartes acepta la propuesta que la reina Cristina de Suecia le había hecho para que ejerciera como su maestro. Parece que el clima y los madrugones, que nunca fueron del agrado del filósofo, terminaron por mellar su salud, alcanzando la muerte al año siguiente, en 1950, con 53 años de edad. Algunos estudios recientes, basados en sus síntomas médicos, han apuntado que Descartes podría haber sido envenenado con arsénico.
Trazada, grosso modo, su biografía, vamos a pasar ahora a explicar sus ideas filosóficas fundamentales.
A Descartes se lo suele considerar el padre de la filosofía moderna y del racionalismo. ¿Pero qué queremos decir cuando hablamos de la filosofía moderna o del racionalismo en la filosofía?
El racionalismo es una corriente filosófica que se desarrolla durante los siglos XVII y XVIII, pero que tiene sus orígenes en la filosofía clásica, por ejemplo, en Platón.
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Para el racionalismo la razón es la fuente de todo el conocimiento verdadero. La realidad se explica y se fundamenta por ella, siendo algo verdadero cuando se ajusta a las leyes de la razón.
La razón es innata, con leyes propias y sustentada en el orden objetivo de las ideas divinas.
Las matemáticas o la geometría son una demostración clara de su eficacia, puesto que no necesitan existir físicamente para ser comprobadas como ciertas. Así, dos más dos son siempre cuatro, no hacen falta los sentidos para conocerla.
El racionalismo se suele contraponer el empirismo, pues el empirismo, parte de la empírica, de los sentidos para poder conocer el mundo que nos rodea. Para los racionalistas los sentidos pueden ser fuentes de error.
La filosofía de Descartes parte de la búsqueda de un método eficaz para llegar a la verdad universal. Descartes era muy crítico con el método tradicional de la escolástica, al que no le interesaba tanto encontrar la verdad, pues esta era en sí algo que ya había sido revelado. Aunque el método no es algo nuevo en filosofía, pues ya se habían planteado métodos en la Grecia Clásica, sí que él lo va a convertir en eje de la filosofía y a la par en algo eficaz y práctico, como demostró en sus hallazgos matemáticos y geométricos.
En su obra, Discurso del método, Descartes, siguiendo los procedimientos matemáticos, expone sus reglas metódicas para alcanzar la ansiada verdad. Por método entiende una serie de reglas ciertas y fáciles, tales que todo aquel que las observe exactamente no tome nunca lo falso por verdadero, y sin gasto alguno de esfuerzo mental, llegue a una verdadera comprensión de todas aquellas cosas que no sobrepasen su capacidad.
Las reglas son 4:
Regla de la evidencia. No aceptar cosa alguna como verdadera si no se la ha conocido de forma evidente.
Regla del análisis: reducir las cuestiones más complejas a otras más simples.
Regla de la síntesis: pasar desde el conocimiento de los objetos más simples y fáciles de conocer a los más complejos mediante un orden deductivo.
Regla de la enumeración: realizar cuantos recuentos y revisiones sean necesarios para no olvidar nada.
En el método, Descartes también se apoya en las dos operaciones fundamentales de la mente: la intuición y la deducción. La intuición es “una representación producto de una inteligencia pura y atenta, representación tan fácil y tan distinta que no subsiste duda alguna acerca de lo que se comprende” y es más simple y más segura que la deducción.
La deducción es, a su vez, “todo aquello que se concluye necesariamente a partir de otras cosas que se conocen con certeza”. Por ejemplo, si vemos una cadena mediante la deducción sabremos que el último está unido con el primero, aunque no veamos el primero.
Para poner en marcha el método, Descartes, acude a la duda metódica. Propone someter todo el conocimiento que uno tiene a juicio, no creer nada de partida, cuestionarlo todo para poder iniciarse en el conocimiento y alcanzar la verdad.
El primer nivel de la duda es el conocimiento que uno recibe por los sentidos. Como los sentidos nos engañan acerca del tamaño, figura, distancia, posición, etc. y como es imposible distinguir la vigilia del sueño, Descartes rechaza de partido todo conocimiento sensible, esto es, adquirido mediante los sentidos o la empiria.
El segundo nivel de la duda o el conocimiento afecta a la razón misma y a su modo de conocer. Aunque Descartes es partidario de este conocimiento también se plantea si el ser humano puede estar siendo engañado por una especie de genio maligno que haga creer a nuestra razón una cosa que en verdad no es. También, afirma el francés, que al no ser nosotros divinos podemos poner seriamente en duda las capacidades de nuestro intelecto.
Ahora bien, aunque dude o me engañen el genio maligno o los sentidos existe algo que siempre es verdad: el cogito. El cogito es el punto central de su filosofía, expresado en su más famosa frase: “cogito, ergo sum”, que se suele traducir como “pienso, luego existo” o “pienso, luego soy”. Pero debemos aclarar que “pensar aquí no significa sólo nuestro “pensar”, pero el propio Descartes lo matiza: “todo lo que se produce en nosotros de tal suerte que lo percibimos inmediatamente por nosotros mismos; por esto, no sólo entender, querer, imaginar sino también sentir es la misma cosa aquí que pensar”.
Esta idea, como vimos en vídeos anteriores, estaba ya en San Agustín, con el “si me engaño, existo” o en otros pensadores medievales, pero Descartes la saca del plano religioso y la convierte en el eje de su filosofía y del conocimiento en sí.
Descartes afirma que podemos dudar de todo, no creer absolutamente en nada, pero que el mero hecho de dudar, de pensar, convierte al sujeto en un ser pensante.
El cogito es la primera verdad en el orden del conocimiento; y puede enfocarse desde dos perspectivas. Una: es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la duda metódica. Dos: a partir de ella podemos fundamentar todas las demás. Viene a ser el axioma básico sobre el que podemos asentar toda la filosofía como un sistema de conocimiento absolutamente fundamentado.
En otras palabras, el “cogito, ergo sum” es una intuición sobre la que reconstruir todo el conocimiento.
Eso sí, el cogito, como intelecto, solo puede asegurar la existencia racional del yo, que somos mente, todo lo captado por los sentidos queda fuera de esta esfera por prestarse al engaño. No puede hablarse tampoco de un yo universal, pues todo lo que está fuera de nuestra propia mente queda excluido de esta verdad primera.
La actividad del pensar empieza y acaba en las ideas. Y esto es o que lo separa de la tradición, donde las ideas son solo el medio para comprender la realidad. Además hace una clara distinción entre verdad y certeza, es decir, algo puede parecer verdadero pero no serlo y viceversa.
Descartes habla de tres tipos de ideas como contenidos de la mente: las ideas innatas, que pertenecen solo al pensamiento y son las únicas claras y distintas. Las ideas adventicias que son las que vienen a la mente desde los sentidos, como un perro o un árbol, y luego las ideas facticias, que son las más falsas, pues las elabora nuestra mente a partir de otras, como puede ser el minotauro, que tiene cuerpo de hombre y cabeza de toro.
En relación con lo anterior y para poder justificar la validez de las ideas, Descartes introduce el concepto de sustancia. La sustancia es el elemento ontológico común a todo lo que existe. Descartes identifica dos tipos de sustancias: una infinita, que es Dios y cuyo atributo principal es la perfección.
La segunda sustancia es la sustancia finita y en ella vemos su concepción dualista del ser humano en cuerpo y alma. La res cogitans finita se divide en res cogitans y res extensa. La res cogitans es el alma, cuyo atributo principal es el pensamiento, y sus modos la perfección y la determinación.
La res extensa, que en su dualismo se correspondería con el cuerpo humano y los otros cuerpos, tiene como atributo principal la extensión y como modos, el tamaño, la figura o el movimiento.
La idea de sustancia infinita es una idea innata, según Descartes. En sus propias palabras, la idea de Dios es “la huella que el creador ha impreso en la conciencia de la criatura, (…) esta idea ha nacido y ha sido producida conmigo“.
Descartes no se refiere al dios cristiano, sino que define a Dios de la siguiente manera: “Bajo el nombre de Dios entiendo una substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas”.
Esta verdad de Dios, junto con el cogito, son dos puntos esenciales sobre los que sostener el conocimiento, algo así como el punto de partida para empezar a establecer otras verdades a través de la deducción.
No obstante, Descartes hace un rodeo en la deducción del método para explicar a Dios. Pone en primer lugar el cogito, luego deduce que en el cogito se encuentra la idea de perfección y que al no ser él perfecto solo puede provenir de un ser perfecto, deduciendo de ahí que ese ser perfecto es Dios. De esta segunda hace la tercera gran deducción: la existencia del mundo. Como existe un Dios perfecto, este no puede permitir que las ideas de mi mente sean falsas, luego el mundo debe existir.
En cuanto a su filosofía moral poco podemos decir, pues la dejó inconclusa. Para Descartes, la moral es el grado supremo de sabiduría, pero para llegar a ella se necesita haber conocido antes las otras verdades más simples. Como aún no las había alcanzado, en su Discurso del método, expresa una moral provisional, que consiste en tres principios básicos:
- Obedecer las leyes y costumbres del país donde se vive, siguiendo los principios religiosos.
- Permanecer firme en las resoluciones adoptadas.
- Tatar de vencerse a uno mismo antes que al destino, es decir, cambiar antes nuestros propios deseos que tratar de cambiar el orden del mundo.
Aplicando su método Descartes consiguió hacer grandes hallazgos científicos en el campo de la óptica, de la física, de la geometría o de las matemáticas.
En conclusión, la importancia de Descartes reside en que inaugura la modernidad en la filosofía, desplaza el objeto del conocimiento al sujeto y a las propias ideas de este, haciendo hincapié en el método como única vía para alcanzar la verdad.