Hoy vamos a indagar en la figura de los sofistas, los primeros grandes maestros del saber que revolucionaron su tiempo y a pesar de que ganaron la enemistad y el rechazo de los primeros grandes filósofos, Sócrates y Platón, cambiaron para siempre la historia de Grecia.
Durante el siglo V a.C. los griegos recibían una enseñanza básica en las escuelas, era una educación primaria y muy básica que se terminaba apenas siendo un niño. Pero con el desarrollo de la polis y con la llegada de la democracia el Estado iba necesitando hombres cada vez más cualificados para resolver los problemas administrativos que se producían en las ciudades.
Se necesitaban individuos versados en leyes, en moral, en política, en ciencias… ¿Pero dónde encontrar a esos hombres si no existía un sistema educativo superior que los preparase?
Es en este contexto donde surge el sofista aportando solución a los problemas de la polis, sobre todo en Atenas, capital de la cultura por aquel entonces. La palabra sofista deriva de sabio, porque serán maestros individuales del conocimiento los que comiencen a montar sus propias escuelas, fijas o itinerantes, para formar hombres competentes para el Estado a la par que ellos se lucran y se hacen ricos y famosos.
¿Quiénes eran los Sofistas?
El sofista era ante todo un maestro de la retórica, un hombre hábil que dominaba la oratoria y era capaz de defender en público cualquier asunto convenciendo al auditorio. Muchos sofistas presumían de saberlo todo, de dominar todas las disciplinas y de ser los hombres más sabios de su tiempo. Su estereotipo se relaciona casi siempre con un tipo vanidoso, pedante y cuya vestimenta solía ser un tanto estrafalaria. Su relación era casi exclusiva con las clases altas.
Los sofistas transmitían su conocimiento y formaban a los alumnos en su arte a cambio de dinero. Los sofistas enseñaban filosofía, que por aquel entonces comprendía gran parte del conocimiento: física, medicina, astronomía, leyes, artes… y sobre todo retórica, el arte de hablar en público para poder participar en la asamblea y ganarse un nombre en los asuntos públicos. También a través de sus enseñanzas los alumnos pretendían alcanzar la areté o virtud, una cualidad que medía el honor y la calidad de los hombres de Atenas.
A mayor fama del maestro, mayor era el precio de sus clases. Ello hacía que en muchas ocasiones sólo pudieran asistir los hijos de los ricos, porque el resto no tenía dinero para costear las clases. Esto era algo que nunca se había visto en Atenas, de ahí que tuvieran también sus detractores, como Sócrates, que difundía su conocimiento de forma gratuita.
Pero, ¿por qué si eran hombres sabios que formaban a personas en la sabiduría se relaciona su nombre con algo despectivo?
Los sofistas provocaron con sus ideales una revolución en la educación, sobre todo porque uno de sus puntos álgidos fue criticar toda la educación tradicional porque ya no era válida para las nuevas exigencias de la época.
A la par ponían en duda la existencia de los dioses y manifestaban que la areté se podía enseñar y manipular.
Los sofistas se sirvieron del conocimiento de los filósofos previos para tratar de imponer una relativismo moral. No existe ahora una verdad absoluta, la moral pasa a ser algo relativo, con lo que se pone en cuestionamiento todo lo que tiene que ver con la tradición. Todo esto desemboca en un escepticismo, en una duda de todo, en una incapacidad por poder conocer las verdades absolutas.
Ello se debe en gran medida a que eran hombres viajados, que habían entrado en contacto con otras culturas, con otras leyes y habían conocido otros dioses.
Si las leyes y las costumbres son diferentes en cada país, concluyen, no son algo universal, ni divino, sino que no son más que consensos y acuerdos entre los hombres; por lo tanto, todo está sujeto a cambios y las leyes pueden evolucionar y dejar su carácter sagrado. Lo que es noble y justo para una nación puede ser vergonzoso e injusto para otra.
A diferencia de los filósofos presocráticos, para los sofistas la physis ya no es el principal centro de interés de filosofía, sino que ahora es el hombre y la polis. Están poniendo en el centro de la palestra el giro antropológico que tan famoso va a hacer Sócrates.
Con sus discursos podían convencer a las mayorías en la asamblea para que siguieran sus posturas; eran capaces de imponer sus ideas, de incidir en la declaración o no de tal o cuàl guerra…
Su retórica podía convertir al criminal en alguien justo y librar al ladrón y al corrupto de sus cargos, por eso también son conocidos como los primeros grandes abogados. Su formación era, en resumen, sabiduría, y la sabiduría en una polis dominada por la asamblea era igual a poder. En algunos casos, igual a poder desmedido.
Entre los sofistas más famosos están Gorgias, Protágoras, Hipias, Pródico, Critias, Calicles y Trasímaco.
El gran problema de todos ellos fue que el relativismo y la carencia de verdades absolutas imposibilitaron la creación de unas bases sólidas con las que construir una nueva sociedad. Eso fue precisamente lo que más enfureció a Sócrates, pues todo lo que había ayudado al ser humano a conseguir la civilización y lo diferenciaba de los pueblos bárbaros, era ahora menospreciado y puesto en duda.
Pero de lo que no hay duda es de que los sofistas, aunque su nombre suena a despectivo en la historia de la filosofía, pusieron su granito de arena para mejorar la civilización griega, educando en escuelas superiores y formando con sus conocimientos a las élites futuras que ocuparon los mejores cargos de los gobiernos atenienses.