Fue un adelantado a su tiempo, un fraile docto y humanista que en el siglo XVI fue capaz de ver más allá del celo y del cielo religioso de su época. Siempre devoto y obediente, no se libró de pasar varios años en cárcel a causa de rencillas y malicias de sus enemigos. Hoy vamos a profundizar en Fray Luis de León.
¿Quién fue Fray Luis de León?
Fray Luis de León nació en 1528 en Belmonte, en la provincia española de Cuenca. Sus padres eran conversos, es decir, de ascendencia judía, algo que en aquella época era motivo de sospecha y que le acarreó grandes problemas durante toda su vida. Pese a ello, su padre, hombre docto en leyes y abogado, llegó a ser consejero del rey y formó parte de su corte.
Fray Luis recibió una formación esmerada cursando estudios en Valladolid, Madrid, Alcalá de Henares o Salamanca, a donde llegó a los 14 años para ingresar en la orden de los agustinos. En Salamanca fue alumno de Melchor Cano y Fray Luis de Guevara y trabó amistad con lo más granado de la intelectualidad española, como el músico Francisco Salina, Arias Montano o El Broncense.
Con ellos y otros varios, constituye lo que se ha dado en llamar la Escuela Literaria Salmantina, que se suele contraponer a la Escuela Literaria Sevillana, que son los herederos de Garcilaso y los encargados de llevar a cabo la segunda parte del Renacimiento español.
En 1560 obtiene, en la Universidad de Salamanca, el grado de Licenciado y maestro en Teología y acto seguido pasará a ejercer como profesor en dicha Universidad. Estos años estarán marcados por las rivalidades universitarias con otros profesores y por las dispuestas por conseguir ciertas cátedras universitarias.
Las denuncias a la Inquisición se sucedieron, tanto de Fray Luis a sus detractores, por ejemplo al dominico Domingo Báñez, como de algunos enemigos al propio Fray Luis, que terminó pasando cuatro años en la cárcel (de 1572 a 1576) por haberse atrevido a traducir al castellano el Cantar de los Cantares bíblico, que estaba prohibido, o preferir la Biblia en hebreo a la traducción de San Jerónimo, la llamada Vulgata.
Aunque hoy parezca extraño, las polémicas entre los propios teólogos o religiosos de distintas órdenes terminaban con frecuencia con denuncias ante la Inquisición y en muchas ocasiones con los frailes o monjas encarcelados o recluidos. Ahí tenemos otros casos como los de Teresa de Jesús, Alonso Gudiel o Gaspar de Grajal.
Fray Luis participó también en la famosa polémica de Auxiliis, que versaba sobre el papel de la gracia divina en el ser humano y la importancia del libre albedrío. Fray Luis se posicionó del lado jesuita, que combatían en ello contra los dominicos, y otorgaban un fuerte papel a la libertad del ser humano.
La polémica tuvo su punto álgido en 1582 y pudo acabar de nuevo con Fray Luis entre rejas, pero finalmente evitó la cárcel, obligándosele a abandonar dicha postura.
Fray Luis murió en 1591 en el convento de los agustinos de Madrigal de las Altas Torres (Ávila) apenas unos días después de haber sido nombrado provincial de la orden en Castilla.
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Fray Luis dedicó su vida a Dios y la teología, siendo la literatura algo secundario en sus labores, de ahí la escasa producción. Contamos con un par de obras significativas en prosa, como la Perfecta Casada, donde expone las virtudes que ha de tener la mujer ideal y De los nombres de Cristo, un conjunto de comentarios a los nombres de Cristo en la Biblia.
Pero por lo que verdaderamente ha pasado Fray Luis a la historia de la literatura es por su obra poética, que, aunque también es escasa, unos cuarenta poemas, sí que constituye una revolución y un avance en las letras castellanas. Fray Luis, en su modestia, no se atrevió nunca a publicarlas, aunque sí que las tenía preparadas con un prólogo para la imprenta. Fue Quevedo, en 1631, quien las dio a la estampa en una edición que él mismo prologó.
Él es el introductor en la poesía española de lo que se conoce como la ascética, un concepto del ámbito de la teología que se emplea para referir las etapas del camino de perfección por las que el alma transita para tratar de acercarse a dios. Es un camino de ejercicios espirituales y purificación que pretende despojar al individuo de todo tipo de apegos terrenales y poder así entrar en comunión con la divinidad. Son famosas sus tres vías, la primera es la purgativa, en la que el alma se purifica mediante la penitencia y la oración, rechazando lo mundano.
La segunda vía es la iluminativa: el alma, ya purgada, es alumbrada por un saber celestial y se acerca a Dios, pero tiene que estar prevenida para evitar caer en las tentaciones del Diablo. La tercera vía es la unitiva, donde el alma se funde con Dios, produciéndose un gozo indescriptible que anula los sentidos, conocido como éxtasis.
En su lírica nos encontramos con poemas que llama Fray Luis llama originales y otros que son imitación o traducciones de los grandes clásicos como Horacio, Petrarca o Virgilio, entre otros.
Fray Luis entiende la poesía como “una comunicación del aliento celestial y divino”. Es por ello que se toma la creación con mucha delicadeza, preocupado siempre por armonizar forma y contenido, siendo muy selectivo a la hora de elegir las palabras exactas. Su estrofa predilecta para la composición propia es la lira, introducida medio siglo atrás en la poesía castellana por Garcilaso. El esquema métrico de la lira es, como ya explicamos extensamente en otro vídeo, 7a, 11B, 7a, 7b, 11B.
Como Fraile, sus poemas están impregnados de temática religiosa, destacando entre ellos a Santos, a los apóstoles o a la Virgen María. Como místico, sobresalen el deseo por la liberación del alma con respecto al cuerpo para poder contemplar la verdad y a Dios y a su creación en su máximo esplendor. Podemos citar el poema dedicado a Felipe Ruiz, que empieza así:
“¿Cuándo será que pueda,
libre desta prisión volar al cielo,
Felipe, y en la rueda
que huye más del suelo,
contemplar la verdad pura sin duelo?
Allí, a mi vida junto,
en luz resplandeciente convertido,
veré distinto y junto
lo que es y lo que ha sido,
y su principio propio y escondido.”
Entre su temática preferida encontramos el deseo de soledad, el retiro en la armonía con la naturaleza, el llamado beatus ille, del que encontramos una buena muestra en la Oda Primera sobre la vida retirada:
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal rüido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Fray Luis, hombre culto y conocedor del mundo clásico, se sirve de la mitología griega y de los autores latinos para realizar sus poemas, en consonancia con el Renacimiento. Ello lo podemos ver, por ejemplo, en estos versos de la Canción al nacimiento de la hija del Marqués de Alcañices.
“…y el fiero Marte airado
el camino dejó desocupado.
Y el rojo y crespo Apolo,
que tus pasos guiando descendía
contigo al bajo polo…”
Pero además de la mitología, Fray Luis da muestra del conocimiento de la filosofía griega en Noche serena, o en la Oda a su amigo el músico Francisco de Salinas, oda cargada de referencias pitagóricas y platónicas. En dicha Oda observamos el movimiento musical de las esferas de Pitágoras o la teoría de la reminiscencia de Platón, por la que el alma recuerda y se acerca al mundo divino.
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
También desarrolla temas tradicionales del romancero, como la Profecía del Tajo, en la que el rey Don Rodrigo viola a Florinda la Cava, acarreando la posterior invasión musulmana. Tampoco faltarán temas morales, críticos o heroicos.
La poesía de Fray Luis es a la vez simbólica, está plagada de simbolismos. Tenemos el cuerpo como cárcel del alma, la barca representando al ser humano, la noche estrellada como la felicidad, el agua como fuente de vida o a las múltiples interpretaciones de Cristo a través de la propia naturaleza.
Su estilo va en armonía con el de Garcilaso, huyendo del lenguaje afectado y el amaneramiento y anteponiendo la simpleza a la pompa retórica. Fray Luis se decanta también por la concisión y la precisión, pero sin olvidar la elegancia, la dulzura y la simpleza.