Ha pasado a la Historia de la Literatura castellana por ser el primer autor cuyo nombre es conocido. Máximo representante del mester de clerecía, centró su producción en obras moralizantes de temática religiosa, entre la que sobresale Los Milagros de nuestra Señora. Hoy vamos a hablar sobre Gonzalo de Berceo.
¿Quién fue Gonzalo de Berceo?
Gonzalo de Berceo nació en Madrid en 1198, pero no en la actual capital de España, sino en una aldea de lo que hoy es la Rioja, limitando con el pueblo de Berceo, al norte de España. Se educó desde niño en el monasterio cercano de San Millán de la Cogolla, que por aquel entonces era uno de los lugares más avanzados en saberes de toda la Península Ibérica. Allí aprendería latín, teología, derecho, lógica y artes varias.
Finalizado sus estudios, Gonzalo de Berceo sale convertido en clérigo secular y trabajaría como notario para el Abab de San Millán, Juan Sánchez.
El monasterio de San Millán es sin duda la pieza clave a comprender la obra de Berceo. Había sido construido en el siglo VI y había ido ganando un poder enorme como centro cultural y económico a través de los siglos. Pero en torno al 1200 el monasterio está perdiendo protagonismo con respecto a otros monasterios cercanos que han ido surgiendo y ya no recibe las donaciones de antaño ni recauda los mismos impuestos.
Ante esta decadencia, el Monasterio de San Millán se ve inmerso en una gran pugna por la supremacía y la recaudación de impuestos, por lo que se dice que Berceo llega a participar en la falsificación de documentos que demuestran que el Monasterio tiene derechos a recibir tributo anuales y exenciones monetarias.
La obra de Berceo está destinada además de a moralizar y a difundir la las enseñanzas religiosa, a ennoblecer y dar prestigio y fama a San Millán, es decir, tiene también fines propagandísticos. Ahí tenemos el caso de su Vida de San Millán y otros santos relacionados con la zona. Por tanto, Gonzalo de Berceo participa activamente no solo de la vida religiosa de su monasterio, sino que es uno de los máximos culpables de su recuperación económica.
Una vez planteada esta cuestión vamos a entrar en su obra fundamental, los Milagros de nuestra Señora.
Los Milagros de nuestra Señora se compone de veinticinco milagros precedidos por una introducción alegórica, en la que un narrador peregrino presentan las virtudes de la virgen María en un locus amoenus que será identificado con la propia Virgen.
No es una obra original en cuanto a su temática, pues a veces traduce y a veces se inspira en una fuente latina que trata los mismos milagros. El mérito de Berceo es haber sido capaz de trasvasar con elegancia literaria al castellano la esencia de estos milagros, usando un vocabulario entendible y de la cotidianidad del pueblo llano, valiéndose para ello de dos mecanismos compositivos base: amplificativo y la condensación.
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Los milagros de nuestra Señora versan todos sobre la Virgen María y las diferentes formas en que esta intercede en la vida de los mortales. Rozas habla de una distribución en tres grupos: los milagros en que María premia y castiga a los hombres (como el pobre caritativo o el Nuevo Obispo), los «milagros del perdón, en los que María logra salvar de la condenación a sus devotos (El sacristán impúdico, El monje y San Pedro ) y los «milagros de conversión o crisis», aquellos en los que los personajes sufren una crisis espiritual y en los que la «carga existencial» predomina sobre el «sentido doctrinal» (El clérigo embriagado, La abadesa encinta).
La estructura interna de los milagros sigue un patrón unificado: el diablo tienta al protagonista, el protagonista sucumbe ante el diablo y finalmente la Virgen intercede y salva al pecador.
El libro está escrito en cuaderna vía: estrofas de cuatro versos alejandrinos monorrimos, con rima asonante y una división en dos hemistiquios con cesura o pausa.
La intencionalidad es moralizante: la Virgen María siempre favorece a los que fomentan su culto.
El resto de obras de Berceo son también narrativas y didácticas, versando exclusivamente sobre temas religiosos, destacando los temas marianos o las hagiografías o vida de santos, en consonancia con los lugares religiosos a los que estuvo unido, como la Vida de Sancta Oria o La vida del glorioso confesor Santo Domingo de Silos, a cuyo monasterio estuvo también vinculado.
El lenguaje de Berceo está plagado de cultismos y vasquismos, pero siempre va a tratar de infundir un tono humilde y un a compaginar lo culto con lo más sencillo, para poder ser entendido por el pueblo llano. A su vez, aplica la máxima horaciana de enseñar deleitando. El propio Berceo hizo una definición, harto famosa, del tipo de lenguaje que quería emplear: “Quiero ver una prosa en román paladino en cual suele el pueblo fablar con su vecino.”
Los poemas de Berceo estaban destinados a ser recitados por los juglares piadosos y servían también para exponerse a los peregrinos y visitantes en los monasterios.